El sistema inmunitario y de qué forma marcha

¿Cuáles son los órganos que componen el sistema inmunitario?

El sistema inmunitario está formado por centenares de miles de moléculas y células que trabajan en perfecta sincronía. Si bien hay algunos órganos o tejidos especializados en funciones del sistema inmunitario, como el bazo, el timo o la medula ósea, sus “agentes” están repartidos por todo el cuerpo.

En los agentes que circulan, hallamos un conjunto de moléculas fundamentales en la comunicación entre las diferentes células: las citoquinas. Estas moléculas actúan como mensajeras, similar a lo que hacen los neurotransmisores en el cerebro.

Las citoquinas son creadas y liberadas por células del sistema inmunitario y viajan entre los tejidos mediante la sangre para activar o reclutar otras células. Las señales que transmiten pueden producir una contestación proinflamatoria o antiinflamatoria, conforme lo que precisen.

Por otra parte, tenemos las células. Como existen muchos géneros de células que forman el sistema inmunitario, sus funciones son igualmente diferentes. Además de esto, al tener un abanico tan grande, cada una está experta en un género de función o de defensa, lo que las transforma en enormemente eficaces.

¿Puede mi sistema inmunitario mudar con los años?

La contestación es sí, y lo hace continuamente. El sistema inmunitario tiene dos grandes géneros de respuesta: inmune y adaptativa. La contestación inmune es el resultado de muchos años de evolución e interacción con miles y miles de especies de seres vivos, no solo patógenos. Por medio de un “toma y daca” de nuestro organismo con el exterior, se han elegido unas estrategias protectoras eficaces.

Ciertas peculiaridades de la contestación inmune innata es que está presente desde el nacimiento, es una contestación rapidísima ante riesgos evidentes, mas no es muy eficaz para una defensa en un largo plazo. Acá entraría la contestación generada contra los venenos, virus y otros patógenos que son perjudiciales a los que hemos estado expuestos a lo largo de siglos.

Por otra parte, tenemos la contestación inmune adaptativa, la que se va desarrollando durante nuestra vida y está condicionada a muchos factores ambientales: el nivel de higiene al que estamos expuestos, si hemos recibido vacunas o aun si tenemos hábitos saludables.

Esta contestación es muy moldeable y si bien no se identifica por su velocidad frente al riesgo, se transforma en nuestra mejor defensa en un largo plazo, ya que dota a nuestras células de memoria y especificidad. Un claro ejemplo de de qué forma emplear los beneficios de la contestación adaptativa a favor nuestro es el uso de vacunas.

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