Vida

Descubre el nombre del primer médico conocido de la Historia

Se cuenta que en determinada ocasión preguntaron a la insigne antropóloga estadounidense Margaret Orinad cuál era, a su juicio, el primer signo de civilización de la Humanidad. Muy probablemente el entrevistador aguardaba que hablara de una piedra de moler, de una olla de barro o, quizá, de un anzuelo. No obstante, Orinad explicó que en el reino animal si te fracturas una pierna estás fallecido, no puedes lograr ni comida ni agua y, además de esto, tampoco puedes escapar de los predadores, por tal razón no disponemos de ninguna fractura de fémur que haya soldado de ningún animal en libertad.

La salvedad somos los humanos. Sí disponemos de ancestros nuestros que vivieron en la Prehistoria y que padecieron una fractura femoral que terminó soldando, lo que nos explica, de manera indirecta, que alguien se quedó al lado del enfermo, lo cuidó, inmovilizó su fractura y le dio todo cuanto precisaba hasta el momento en que pudo regresar a pasear. Aquellas personas anónimas fueron los primeros médicos de la historia de la humanidad.

Médico egipcio, jeroglífico. Foto: Istock/Flory

El padre de la medicina

En el siglo V a. C. vivió Hipócrates, el padre de la medicina y el autor del juramento que lleva su nombre. Este médico heleno rechazó por primera vez en la Historia de la Medicina la superchería, la magia y el poder de los dioses como el origen de las enfermedades, defendiendo que había que buscar una explicación física y racional de exactamente las mismas.

Prácticamente dos siglos más atrás vivió un médico hindú –Sushruta- que escribió el Sushruta Samhita, un libro en el que, durante sus ciento ochenta y cuatro episodios, aparecen descritas más de mil enfermedades y setecientas plantas medicinales.

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Etimológicamente Sushruta significa “muy famoso” o “muy escuchado” y lo cierto es que no era para menos. Este médico fue un cirujano afamado que creó el Aiurveda, la Ciencia del adecuado vivir o Conocimiento de la vida, nombre con el que se conoce la medicina tradicional de la India.

Papiros egipcios

Pese a su antigüedad debemos echar la mirada considerablemente más atrás en la línea del tiempo para acudir al alumbramiento del papiro de Ebers, uno de los más viejos tratados médicos conocidos. Fue redactado a lo largo del reinado de Amenhotep I, de la dinastía XVIII, cara el mil quinientos a. C.

El papiro de Ebers contiene un tratado del corazón, en el que resalta la preponderancia de este órgano en la medicina egipcia, allá se describen trastornos mentales, se dan recomendaciones sobre métodos anticonceptivos y se incluyen recetas mágicas para hacer frente a ciertas enfermedades. Así, por poner un ejemplo, se apunta que la leche de una madre recién parida puede sanar quemaduras.

El papiro de Smith es aún más viejo, se ha datado cara el mil seiscientos a. C., y se piensa que es una imitación de un papiro más anticuado que podría haber correspondido al “Libro Secreto del Médico” cuya autoría se ha encausado a Imhotep.

Viejo papiro egipcio. Foto: Istock/duncan1890

El sabio que nació a riberas del Nilo

Imhotep fue médico, ingeniero, arquitecto técnico y astrónomo, un sabio en el más textual sentido de la palabra. Sus conocimientos del cuerpo humano y de las enfermedades fueron tan jaleados que, tras su muerte, fue elevado al rango de dios de la medicina y de la sabiduría. Se le acostumbra a representar sentado, de la misma manera que los escribas, y con un papiro desplegado sobre sus rodillas.

Hoy día se estima que Imhotep es el más viejo de los médicos egipcios conocidos. Vivió y trabajó a lo largo de la III dinastía del viejo reino –hacia el dos mil seiscientos cincuenta a. C.- y fue arquitecto técnico del faraón Zoser, para el que edificó la insigne pirámide escalonada de Saqqarah.

El primer médico fue mesopotámico

En el muSeo parisino del Louvre se conserva un sello mesopotámico de Ur-Lugal-edin, un galeno que vivió en el tercer milenio a. C. y que, hasta el instante, ostenta el título del médico más viejo de nombre conocido. En el sello se puede observar su distintivo personal: dos cuchillos rodeados de plantas medicinales.

Merced a las tablillas cuneiformes sumerias sabemos que los médicos mesopotámicos se afeitaban la cabeza y que había 3 géneros de “especialistas” con unas funciones de forma perfecta definidas: baru, asipu y asu.

Los baru se encargaban únicamente de efectuar el diagnóstico, los asipu eran equivalentes a lo que hoy en día llamamos magos o sanaderos, ya que se ocupaban de recitar oraciones y cantos para espantar a los diablos y, para finalizar, estaban los asu, que eran los médicos que usaban plantas medicinales para sanar las enfermedades. Muy probablemente Ur-Lugal-edin pertenecía a esta última categoría, a la de los asu.

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En el momento en que un mesopotámico enfermaba la primera cosa que debía hacer el médico era identificar qué diablo había ocasionado la enfermedad, para esto recurría a técnicas adivinatorias como era el vuelo de las aves, la situación de los astros o el dibujo que efectuaba una gota de aceite en un recipiente con agua. En ciertos casos se llegaba a sacrificar a un animal para examinar su hígado, una técnica, que se conocía como hepatoscopia, debido a que se creía que era en este órgano en donde radicaba el ánima.

Para referirse a la enfermedad los mesopotámicos empleaban la palabra shertu, que además de esto significaba pecado, impureza ética y castigo divino, lo que pone de manifiesto la intrínseca relación que existía entre la enfermedad y el pecado.

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